jueves, 20 de noviembre de 2008

Super Combi Magic Stick

Crónica

Habla, ¿Vas?

A ver sube, sube, todo Lima, todo Grau, amigo vía expresa, ¿Grau, Grau? Habla, ¿vas? Sube subiendo. Golpea el chasis de la combi y dice: ¡Pisa!
Así inicia mi recorrido desde Ñaña hasta la Vía expresa de Grau. Subo a la combi y un ambiente indiferente me rodea, la música a todo volumen, la típica cumbia, el chofer conduciendo al ritmo del grupo 5. Busco con la mirada algún asiento vacío, encuentro uno en la parte posterior. Me siento. A mi lado una señora de cabello teñido, ojos grandes y negros, piel blanca, de unos 35 años, me pregunta: ¿Tienes hora? – ¿Le molestaría decir por favor?, dije en mi mente. Las 4:50, contesté. Empezaba a ofuscarme un poco.
Todo Lima, todo Grau, Arica, Venezuela, Faucett. Caballero, ¿va? Suba con cuidado, ¡dale! ¿Caballero? ¿Suba con cuidado? ¿Es este el verdadero trato de los cobradores de combi? Parecía que este era una excepción, no por mucho tiempo. Pasajes, pagando con sencillo por favor. Caballero, pasaje, ¿a dónde va? Falta cincuenta señor - ¿Dónde quedó el caballero? – Así es mi tarifa señor, - ¡Me bajo! Contesta el señor. Bájate pe’. ¡Ya baja, baja! La combi frena de golpe, el señor está bajando y el cobrador dice: pie derecho, pie derecho. ¡Pisa! Y cierra la puerta de golpe. Salió el cobrador del que todos se quejan y yo que pensé que este era la excepción.
¿Quién no se ha molestado con alguno de estos? ¿Quién no les ha dicho alguna grosería? ¿Quién no ha querido descargar toda su furia en ellos? ¿Quién no ha querido pelearse con ellos? La realidad es que la mayoría de los cobradores de combis, por no decir todos, tratan mal a las personas. Aunque existen varios tipos de cobradores. Está el cobrador flaco, distraído, que parece que te habla al oído, el que evita entrar en conflictos porque si se pone fea la cosa, sabe que sale perdiendo y con creces. Está el cobrador de avanzada edad, gordo, malhumorado, de expresión resignada, que ante cualquier conflicto te dice: “tranquilo señor, por favor, respete mi trabajo” Tenemos al cobrador joven, el palomilla, el que se las sabe todas, que cuando te cobra pasaje no te mira a los ojos, se exalta rápido, está saliendo de la adolescencia y eso aún pesa en él. Por último, el cobrador “rehabilitado” el ex pandillero, ex recluso de “Luri”, ex carterista, ex barrista, el que ante algún conflicto, cierra la puerta y te dice: ¿Qué pasa compare? Y te lo digo por experiencia, no es bueno intentar hacer algo. A pesar de todo esto, si la cosa se pone brava en cualquiera de los casos, el chofer intervendrá.
Estoy por Ceres, Vitarte, la combi avanza lentamente y producto de eso empieza a cascabelear. Sorprendentemente no me habían cobrado pasaje aún. La señora teñida seguía a mi lado y la combi estaba llena. - A ver avance señorita, al fondo hay espacio, amigo avanza pe’ tienes espacio ahí. No había lugar para avanzar. ¿Por qué mejor no sacan todos los asientos y hacen que los pasajeros vallan parados? Ganarían más.

Gajes del oficio

Llegamos al óvalo de Santa Anita, bajó la señora que estaba a mi lado। Tenía que compartir el asiento con un señor de piel morena, alto, de contextura gruesa, que se sentó inmediatamente después que la señora se levantó, para que otra persona no le ganase el asiento. Dirigí mi mirada hacia el cobrador, tenía otro semblante, era más atento a las cosas que sucedían a su alrededor, visionaba mejor a los posibles pasajeros, como León buscando su presa, el auto frenó de golpe. Casi se pasa la luz roja. Quedó en medio de la línea peatonal, un oficial de la policía se acercó. Volteó el Chofer y miró con mucha cólera al cobrador, ¿por qué no cierras la puerta? Le dijo. Oe no jodas, mira dónde te has cuadrao’. Contestó el cobrador. Después de casi 5 minutos regresó el chofer, se puso su cinturón de seguridad y como un lobo liberado pisó a fondo el acelerador, ahora se había cargado con una papeleta, probablemente una más en su larga lista. Nada lo detenía, seguía su rumbo, no quiso recoger a ningún pasajero. El cobrador resignado, la gente conforme, llegarían más rápido a su lugar de destino. Parecía que llegaría rápido cuando escuché: ¡¡YERBATEROS BAJA!! Era el señor moreno de mi lado, el cobrador se hizo de los oídos sordos, mal por él. -¡BAJA! ¡¿NO ESCUCHAS?!. El cobrador quedó turulato, no sabía que decir, mucho menos qué hacer, la combi frenó y demoró en hacerlo, salió a la luz la típica frase: -“paras donde te da la gana”. Fue ahí donde el cobrador cometió el error que le costó un puñete en la cara, dijo: -“Sereno moreno”. ERROR, a penas dijo eso se escuchó un fuerte golpe, era el cobrador que había sido lanzado hacia la puerta, no le quedó otra que abrirla y bajó el señor. El chofer le preguntó: -¿Te dolió?- Soltando una carcajada. –Eso es para que no te burles de las personas y para que cierres la puerta- Siguió riéndose, pero ahora acompañado de todas las personas, incluyéndome. No me quería reír, pero ver al cobrador, avergonzado, ruborizado, tocándose la nariz, sobándose la espalda. Fue muy gracioso. El chofer empezó a ir más despacio, parecía que había tomado conciencia y no quería pasar por lo mismo del cobrador.

Una viveza la comete cualquiera

Entraba a la vía expresa de Grau y mi viaje estaba por terminar, me sentía bien, le habían dado su merecido al cobrador. Miraba las ventanas de emergencia mientras imaginaba un choque y preveía como usarlas. Estaba viendo por última vez la combi. Los asientos con pintas que algún desadaptado hizo. Algunos stickers rasgados y otros manteniéndose en un medio de transporte masivo que, al ritmo de cumbia, ahora el grupo América, recorría las calles de Lima. Empecé a sentir un poco de nostalgia, no sabía por qué, pero lo sentía. No me habían cobrado pasaje, algo extraño. Me paré, -Abancay- Dije. Abancay baja, anunció el cobrador, pasaje amigo. Me quedé en silencio un momento muy breve, dudé, pero dije: ya te pagué. En una ocasión me habían cobrado de más, alguna vez tenía que ganar yo, dije en mi mente. ¿Dónde está tu boleto? Me preguntó, metí la mano al bolsillo y dije: No lo sé, debe estar allá en mi asiento. Bajé y me sentí mucho mejor. Había ahorrado dos soles cincuenta. No había llevado mi carné de medio pasaje. Crucé rápidamente, no quería ser asaltado.
Chosica, Ñaña, Ceres, Vitarte. Habla ¿Vas? Sube, sube. ¡Pisa! Ahora tenía que regresar, y se me viene la pregunta: ¿Ocurrirá lo mismo que en la otra combi? Y tú, Habla ¿Vas?

Por: Neal Gutiérrez Calagua